En el metro, sentado o de pie,
durante los tramos interminables entre estaciones,
cierro los ojos para que me abrace la oscuridad.
Esta realidad es tan triste, furiosa y ajena,
tan llena de mierda,
que no se le debe ver por mucho tiempo.
Despierto y veo mi reflejo en el cristal;
es un extraño quien me observa desde las sombras.
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