Cine Mexicano - 15 de diciembre de 2005



Tal parece que vivimos en una película de bajo presupuesto, y al igual que ocurre cuando nos viene a la mente la así llamada "Época de Oro del Cine Mexicano", nuestros recuerdos en blanco y negro, aún deterioradas por el tiempo y con todo y su sonido monoaural, parecen infinitamente mejores que esta secuencia de sinsabores que presenciamos actualmente, carentes de un guión estructurado, con fotografía deficiente, mala iluminación, diálogos insípidos, pero eso sí, escenas cargadas de expresiones visuales y auditivas de rebeldía inocua, que no pretenden revolucionar sino distraer.

En nuestro Cine Mexicano de permanencia involuntaria, no faltan las escenas de sexo sin justificación, lo mismo que las drogas y el alcohol. Sin embargo, hemos despojado a estas ganas de "ser" de todo misticismo y chispa creadora. Nos condenamos a interpretar personajes tan difusos que no son nada en lo absoluto, sólo extras en la película de alguien más, de esos papeles de los que nadie se acuerda. Siempre está la otra opción, para no perdernos en la papelera del editor, para que Dios no nos borre: Ser grotescos, exagerados hasta el ridículo. Para sobrevivir hay que ser la caricatura de nosotros mismos.

Dado que la trama es regularmente predecible, podemos apostar a que nuestra aparición en varias escenas tendrá para los otros espectadores-actores un significado cargado de retórica moralista o reminiscencias de un amor incomprendido y oculto, destinado a la tragedia y repetido ad infinitum.

¡Todos a escena!

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