Los Perros y DIOS - Cancún, 19 de Junio de 2010

Desperté justo a las tres de la mañana, situación inusual que me permitió recordar que unos segundos antes soñaba que corría por la parte superior de altas y delgadas paredes, que a su vez trazaban un laberinto urbano que desembocaba quién sabe donde.

Por alguna razón, en el sueño era perseguido por pequeños perros que furiosamente trataban de morder mis talones. Eran tan angostas las paredes sobre las que avanzábamos, que sólo un perro podía tratar de morderme a la vez. Así que, de cuando en cuando, haciendo malabares para no perder el equilibrio e irme hasta el fondo del escenario, debía parar mi loca carrera para tomar a esos perros por las orejas, por el cuello, por los pelos del lomo, o por donde se pudiese para después aventarlos hasta la base del laberinto.

En ocasiones, sus cuerpecitos chocaban fuertemente contra el canto de los muros; otras veces se retorcían en el aire chillando, y no paraban sus piruetas hasta tocar fondo en el suelo, produciendo el ruido sordo de un pequeño costal. Otro perro tomaba inmediatamente el lugar del recién desaparecido.

Me sentí muy mal por esos animales... Aún despierto me parecía escuchar sus aullidos de dolor. Me dio mucha sed, supongo que por haber corrido tanto y porque la noche era calurosa, como de costumbre. Bajé despacio las escaleras, sin encender la luz hasta llegar a la cocina; una vez allí, llegué hasta el interruptor guiándome sólo por el tacto.

Con el cuarto iluminado pude ver que una pequeña cucaracha había vomitado un líquido espeso, de tono ocre, justo sobre uno de los blancos y asépticos mosaicos del piso. Avanzando con toda delicadeza, el bicho completaba con la tinta de sus entrañas la última letra de la palabra DIOS, sin haberse salido nunca de los 10 x 10 centímetros limítrofes del cuadrado en cuestión.

Tomé un vaso de cristal. Con calma me serví un poco de vino.

Acerqué la cara para ver de cerca el último estertor del fatigado y reseco insecto, que en ese momento me pareció más bien una hermosa cascarita de trigo.

Apagué la luz y a tientas subí las escaleras. Me dormí.

¡Vamos perros, sigamos!

1 comentario:

  1. Los Sueños nos llevan a mundos ridículos,nos enseñan puertas que tal vez nadie las vera, soñar es el más misterioso placer que Dios nos da.

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Anda, di lo que piensas. Para algo han de servir estas redes...